3 de junio de 2013

NAVALMARATON EN LAS 24 HORAS DE BALONCESTO

Hace ya una semana que se disputó en Navalmoral de la Mata la XXXII EDICION DE LAS 24 HORAS DE BALONCESTO, esas en las que el Club Deportivo Navalmaraton se presentó con la única intención de participar, para hacer que el deporte popular, el de siempre, siga existiendo, por encima de competiciones que se llaman populares, pero en las que se prima el nivel, a los grandes equipos, cohibiendo la participación de los equipos formados solo para participar. Reivindicamos con este acto, el espíritu de las ediciones antiguas que se celebraban en el mejor escenario que nunca tuvo una competición en este pueblo, la pista de la Casa del Deporte, que siempre tenía público, fuese la hora que fuese, y siempre había equipos, de amigos, de conocidos.
Y con ese ánimo estuvimos ahí, unos cuantos locos del running, que decidimos meternos en este mundillo del baloncesto. Cierto es que, regular o mal, según se mire, hacemos eso del correr, pero el deporte de la canasta nos ha pillado algo alejados de él. Así que, mediante correos electrónicos, invitamos a todos los socios a formar parte, y al final, entre integrantes del club y algunos amigos, juntamos un total de doce más uno jugadores, con lo que, por lo menos, material humano había. Ahora, el siguiente paso, probar un poco esto de botar el balón, de correr con la pelota, de bloquear al rival, y, lo más importante, tirar a canasta y, sobre todo, encestar.
Cuando la primera tarde nos plantamos delante de una canasta, fue cuando nos dimos cuenta que esto no era especialmente fácil, que la canasta estaba muy alta, y, como dijo Manolo, “que bestias los negros”, refiriéndose al matar la canasta, como se ve en la tele, con una facilidad insultante, cuando nosotros no llegamos, casi ninguno, ni a la red del cesto.
Pero, bueno, con los mimbres que teníamos, y con una ilusión a prueba de bombas, empezamos a entrenar, a correr, a tirar, a enfadarnos cuando nos hacíamos falta y no las reconocíamos. Vamos, lo normal entre amigos.
El susto nos lo dio el amigo Fran, uno de nuestros puntales, cuando dos días antes del partido, en uno de los entrenamientos, se tuvo que retirar con un fuerte dolor en el aductor, pero con la inestimable ayuda del amigo Raul, se minimizó la situación, y con esa zozobra nos fuimos todos para casa, rezando al niño Jesús para que se recuperase. Al día siguiente, ya se conocía el cuadro de emparejamientos, y ahí estaba nuestro equipo, el Navalmaratón, que le había tocado jugar a la una de la madrugada, en nuestra casa, el Pabellón “ANTONIO JARA”, contra el TIKI TAKA REBOTE. Ni pajorera idea de quiénes eran. Muchas elucubraciones las que se hicieron, durante esa noche, cuando nos íbamos juntando y veíamos a otros grupos de jugadores.
Todos perfectamente uniformados, con la camiseta amarilla del IV MEDIO MARATON DE NAVALMORAL, con el escudo de nuestro club en el centro y la publicidad de Lamparas Carmolamp. Ahí estaba el equipo, al completo, los trece jugadores, que eran los siguientes: Fran, Tomas, Faustino, Juan, Antonio, José, Fernando, Raul, como integrantes del club, con el apoyo de Adrián, hijo de Faustino, Juanma, hermano de Fran, y los amigos, Daniel, Roberto y Miguel Angel. Y enfrente, seis chavales, de unos 25 años, uno muy alto y todo por jugarse.
Empezó el partido colocando en pista a nuestro quinteto ideal: Roberto, Fran, Tomás, Juan y José. El balón al aire, y la primera canasta, la nuestra. En ese momento estábamos deseando que acabase el partido, ese resultado nos valía. Pero nos hicieron un 2-6, y nosotros, como somos así, respondimos con un nuevo arreón y nos pusimos 8-6. Esto prometía.
Pero antes lo piensas, cuando te das cuenta que su mejor técnica, su mejor preparación para este juego, aderezado con alguna que otra decisión controvertida por parte de los colegiados, más el movimiento de banquillo, nos llevó a ver cómo se marchaban en el marcador. Pero aún así, seguíamos corriendo, peleando, jugando, disfrutando. Llega el final de la primera parte, con catorce puntos abajo, parece mucha diferencia. Ellos juegan bien y nosotros, para qué engañarnos, no somos un dechado de virtudes.
Comienza el segundo tiempo, y al poco sufrimos una baja importante, Fran es expulsado por cometer su quinta personal, en un claro error de la mesa, porque, en realidad, se trataba de la cuarta, lo intentamos hacer ver, pero no vale para nada nuestra queja; en fin, es lo que hay. A seguir, pero a partir de ese momento, con una distancia cada vez mayor, el partido se ha acabado, ya solo queda disfrutar, correr, jugar, intentar encestar alguna canasta más, pero fallamos mucho y al contragolpe nos machacan más y más.
Cuando el partido se está acercando a su final a ellos parece faltarles el fuelle, y nosotros, con el partido sentenciado jugamos algo mejor, hacemos mejores jugadas, y las canastas empiezan a caer. Pero el partido se acabó, y el marcador final 20-50, deja a las claras quien ha sido superior.
Al final, como deportistas que somos, nos saludamos con los rivales, los felicitamos y nos abrazamos con los compañeros. Tras la guerra, llega la calma.
Los comentarios los días después surgen, la experiencia gustó y mucho, y para el año que viene amenazamos con volver y, si puede ser, con hasta dos equipos. Ya se verá.

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