Hace ya
una semana que se disputó en Navalmoral de la Mata la XXXII EDICION DE LAS 24 HORAS DE BALONCESTO, esas
en las que el Club Deportivo Navalmaraton se presentó con la única intención de
participar, para hacer que el deporte popular, el de siempre, siga existiendo,
por encima de competiciones que se llaman populares, pero en las que se prima
el nivel, a los grandes equipos, cohibiendo la participación de los equipos
formados solo para participar. Reivindicamos con este acto, el espíritu de las
ediciones antiguas que se celebraban en el mejor escenario que nunca tuvo una
competición en este pueblo, la pista de la Casa del Deporte, que siempre tenía
público, fuese la hora que fuese, y siempre había equipos, de amigos, de
conocidos.
Y con
ese ánimo estuvimos ahí, unos cuantos locos del running, que decidimos meternos
en este mundillo del baloncesto. Cierto es que, regular o mal, según se mire,
hacemos eso del correr, pero el deporte de la canasta nos ha pillado algo
alejados de él. Así que, mediante correos electrónicos, invitamos a todos los socios a formar
parte, y al final, entre integrantes del club y algunos amigos, juntamos un
total de doce más uno jugadores, con lo que, por lo menos, material humano había.
Ahora, el siguiente paso, probar un poco esto de botar el balón, de correr con
la pelota, de bloquear al rival, y, lo más importante, tirar a canasta y, sobre
todo, encestar.
Cuando
la primera tarde nos plantamos delante de una canasta, fue cuando nos dimos
cuenta que esto no era especialmente fácil, que la canasta estaba muy alta, y,
como dijo Manolo, “que bestias los negros”, refiriéndose al matar la canasta,
como se ve en la tele, con una facilidad insultante, cuando nosotros no
llegamos, casi ninguno, ni a la red del cesto.
Pero, bueno, con los mimbres que teníamos, y con una ilusión a prueba de bombas, empezamos a entrenar, a correr, a tirar, a enfadarnos cuando nos hacíamos falta y no las reconocíamos. Vamos, lo normal entre amigos.
Pero, bueno, con los mimbres que teníamos, y con una ilusión a prueba de bombas, empezamos a entrenar, a correr, a tirar, a enfadarnos cuando nos hacíamos falta y no las reconocíamos. Vamos, lo normal entre amigos.
El
susto nos lo dio el amigo Fran, uno de nuestros puntales, cuando dos días antes
del partido, en uno de los entrenamientos, se tuvo que retirar con un fuerte dolor en el aductor, pero con la
inestimable ayuda del amigo Raul, se minimizó la situación, y con esa zozobra
nos fuimos todos para casa, rezando al niño Jesús para que se recuperase. Al
día siguiente, ya se conocía el cuadro de emparejamientos, y ahí estaba nuestro
equipo, el Navalmaratón, que le había tocado jugar a la una de la madrugada, en
nuestra casa, el Pabellón “ANTONIO JARA”, contra el TIKI TAKA REBOTE. Ni
pajorera idea de quiénes eran. Muchas elucubraciones las que se hicieron,
durante esa noche, cuando nos íbamos juntando y veíamos a otros grupos de jugadores.
Todos
perfectamente uniformados, con la camiseta amarilla del IV MEDIO MARATON DE
NAVALMORAL, con el escudo de nuestro club en el centro y la publicidad de
Lamparas Carmolamp. Ahí estaba el equipo, al completo, los trece jugadores, que
eran los siguientes: Fran, Tomas, Faustino, Juan, Antonio, José, Fernando,
Raul, como integrantes del club, con el apoyo de Adrián, hijo de Faustino,
Juanma, hermano de Fran, y los amigos, Daniel, Roberto y Miguel Angel. Y
enfrente, seis chavales, de unos 25 años, uno muy alto y todo por jugarse.
Empezó
el partido colocando en pista a nuestro quinteto ideal: Roberto, Fran, Tomás, Juan y
José. El balón al aire, y la primera canasta, la nuestra. En ese momento
estábamos deseando que acabase el partido, ese resultado nos valía. Pero nos
hicieron un 2-6, y nosotros, como somos así, respondimos con un nuevo arreón y nos
pusimos 8-6. Esto prometía.
Pero
antes lo piensas, cuando te das cuenta que su mejor técnica, su mejor
preparación para este juego, aderezado con alguna que otra decisión
controvertida por parte de los colegiados, más el movimiento de banquillo, nos
llevó a ver cómo se marchaban en el marcador. Pero aún así, seguíamos corriendo,
peleando, jugando, disfrutando. Llega el final de la primera parte, con catorce
puntos abajo, parece mucha diferencia. Ellos juegan bien y nosotros, para qué
engañarnos, no somos un dechado de virtudes.
Comienza
el segundo tiempo, y al poco sufrimos una baja importante, Fran es expulsado
por cometer su quinta personal, en un claro error de la mesa, porque, en realidad, se
trataba de la cuarta, lo intentamos hacer ver, pero no vale para nada nuestra
queja; en fin, es lo que hay. A seguir, pero a partir de ese momento, con una
distancia cada vez mayor, el partido se ha acabado, ya solo queda disfrutar,
correr, jugar, intentar encestar alguna canasta más, pero fallamos mucho y al
contragolpe nos machacan más y más.
Cuando
el partido se está acercando a su final a ellos parece faltarles el fuelle, y
nosotros, con el partido sentenciado jugamos algo mejor, hacemos mejores jugadas,
y las canastas empiezan a caer. Pero el partido se acabó, y el marcador final
20-50, deja a las claras quien ha sido superior.
Al
final, como deportistas que somos, nos saludamos con los rivales, los felicitamos y nos abrazamos con los compañeros.
Tras la guerra, llega la calma.
Los
comentarios los días después surgen, la experiencia gustó y mucho, y para el
año que viene amenazamos con volver y, si puede ser, con hasta dos equipos. Ya
se verá.
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