Aquí os dejo un interesantísimo artículo publicado en el periódico abc, por Enrique Agudo, en el día de hoy, relativo a la preparación de nuestros representantes en la prueba de maratón del Mundial de Daegu, a celebrar entre los días 27 de agosto al 4 de septiembre.
La vida en 42.195 metros
Series matadoras bajo un sol de justicia. Así pasan el verano los maratonianos Alessandra Aguilar, Pablo Villalobos y Chema Martínez con el Mundial de Daegu en el horizonte.
La pista del INEF de Madrid es una sartén a las doce del mediodía, cuando Alessandra Aguilar, Chema Martínez y Pablo Villalobos acaban con la «tortura» de la jornada: 18 series de 500 metros a toda pastilla, con 45 segundos de descanso entre una vuelta y otra. Otros días les toca 7 x 2.000. O una tirada larga de casi dos horas. Su entrenador, Antonio Serrano, supervisa el entrenamiento cronómetro en mano —en realidad hay más pupilos suyos en la pista y parece milagroso que tenga ojos para todos—. De algo le sirve, sin duda, haber sido cocinero antes que fraile: reputado fondista, Serrano fue el primer español que logró bajar de las dos horas y diez minutos en los 42 kilómetros: fue en Berlín, en 1994. Estos tres maratonianos, junto con el salmantino Rafael Iglesias, son los primeros atletas españoles con billete para el Mundial que tendrá lugar en Daegu (Corea del Sur) entre el 27 de agosto y el 4 de septiembre próximos. Su verano va a ser cualquier cosa menos relajado.Chema, el más veterano, se detiene tras la última serie, jadeante, pero la mueca de esfuerzo le dura apenas unos segundos. También el sudor se evapora en un visto y no visto, privilegio de estos atletas de élite. Aunque el sol sea el martillo y la pista el yunque, los únicos que sudan, tras un rato, no son los que corren, sino los que están allí de prestado. «Me preocupa la aclimatación a la humedad de Daegu», confiesa. «En Osaka (Japón), con unas condiciones parecidas —unos 30 grados de temperatura a pesar de que la prueba comienza temprano, a las 9 de la mañana, y entre 80 y 90 por ciento de humedad— bebí diez litros de agua». Su compañero Pablo, que ha hecho las series a su vera, asiente: «Una carrera popular no se celebraría en esas circunstancias».
Planes de entrenamiento
«Vamos a intentar irnos a la vez, con bastante tiempo de antelación —el 19 ó 20 de agosto— para entrenar juntos en Daegu», añade Chema. El maratón femenino abrirá el Mundial, y el masculino se celebrará la última jornada. Hasta ese momento, el atleta madrileño se va a «concentrar» en Granada con su mujer y sus tres hijos (Paula, de 7 años; Nicolás, de 4, y Daniela, de 16 meses), buscando la altura de Sierra Nevada, a 2.300 metros, y la humedad de Salobreña, a nivel del mar, sumando más de doscientos kilómetros por semana en su puesta a punto. «Si no entreno mucho soy incapaz de plantearme un reto así. Mis hijos mayores me animan. Les gusta correr; de hecho, se les da bien, ganan carreras infantiles y animan a los vecinos. Quieren imitar mi protocolo y se meten con sus amiguitos en la sauna conmigo».
El extremeño Pablo Villalobos se queda en Madrid, «aunque haré alguna tirada larga en la playa. Aprovecharé que Málaga acoge el Campeonato de España (el 6 y 7 de agosto) para entrenar allí con mi novia —la también atleta Amaya Sanfabio— en condiciones de humedad». La gallega Alessandra Aguilar también elige Madrid. Entre la pista del INEF y la Casa de Campo irá consumiedo los días hasta la gran cita. «Me va mal la altitud. Tengo previsto participar en algunas pruebas de medio fondo en reuniones de atletismo, porque se hace muy pesado entrenar sin objetivos». Su programa es distinto al de los chicos: series de 3 x 4.000 ó 10 x 1.000, gimnasio y una acumulación de 150 kilómetros por semana. Lo normal en estos deportistas es correr un par de maratones por año. Alessandra compitió en Rotterdam, donde obtuvo una marca excelente (2h 27:00), a nueve segundos del récord español de Ana Isabel Alonso. Chema lo hizo en Londres, donde a pesar de sufrir graves molestias estomacales logró la marca mínima fijada por la IAAF para el Mundial; y Pablo, en Sevilla, donde fue el primer español.
La vida en 42.195 metros. «En Daegu entrenaremos incluso la víspera, aunque de forma suave», explica Pablo, que necesita más reposo que Chema para funcionar. «La última semana es la más dura porque no puedes cometer errores, y es necesario darle mucho descanso a los músculos». «Es el momento clave para dormir sin que los niños te molesten», bromea Chema. Cada uno tiene sus rutinas y sus manías, y no se deja nada a la improvisación. Cualquier error es fatal. Chema se pone hielo en una gorra especial con un compartimento que se cierra con cremallera. Alessandra, en cambio, no soporta llevar la cabeza cubierta. El día anterior cada atleta se prepara las bebidas, las sales, los geles, los hidratos de carbono de asimilación rápida, todo bien identificado con pegatinas. A lo largo del recorrido hay mesas específicas para cada selección donde se colocan los botes en un orden previamente establecido. Solo la gente acreditada del equipo puede alcanzar esos líquidos a sus compañeros. Bebidas que no se podrán consumir de un trago aunque surja la tentación, porque el sudor, en Corea, no se evapora con la misma facilidad que en Madrid.
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