Aquí os hacemos llegar la crónica de la participación de nuestro compañero LUIS FERNANDO ALFONSO VELASCO en la XXV Edición de la Media Maratón Ciudad de Talavera, el pasado día 2 de octubre, donde consiguió su, hasta ahora, mejor marca, la cual no tardará en volver a caer. Y si no, al tiempo. Enhorabuena, Fernando.
Es casi media noche del lunes 10 de octubre. Esta mañana he recibido las afotos del evento intergaláctico que tuvo lugar en la bonita y llana localidad toledana de Talavera de la Reina, y ante la invitación de nuestro eficiente hombre multiusos -Faustino, quien si no- me animó a contaros mis sensaciones de dicha prueba. La primera lección me la dio nada más vernos en los aledaños del Augustóbriga un tal Miguel Ángel, un chavalín de aspecto nibelungo, menudo, rubio, con poca pinta de ser extremeño. Yo que me presento a las ocho de la mañana, con la fresca, en plan playero, con carzonas y camiseta de manga corta, y el campeón me salta con que me ponga el chándal que si no los músculos se pueden romper. Inmediatamente me uniformo con el chándal oficial del club, que por cierto lo estrenaba.
Era mi primera salida oficial representando a Navalmaratón. Me había preparao, eso seguro. Dejé la fragoneta aparcada al lado del insti, y me embarqué en el súper bólido alemán del Juli, un correcaminos en toda regla. Con él, de copiloto, el curtido Javier, y detrás junto a mí, el presi, D. Antonio el Iraní. Me dejé llevar. Ellos eran los veteranos y yo el primerizo. Una vez en la ciudad de la cerámica, Juli tuvo la suerte de encontrar aparcamiento justo en el tramo de carrera final, entre el 17 y el 18, que lo que es la vida, más tarde tendrían su aquel en el desarrollo de mi actuación. Los prolegómenos fueron a base de cafés, recogida de dorsales, bochinches de agua mineral, visitas al tigre, y saludos entre los habituales en estas pruebas. Yo, de pardillo. Nos cambiamos a estilo legionario, con un par, en plena calle, entre coches. Una vez uniformaos comenzamos el calentamiento. Bueno, yo me auto perdí. Si. Quería estar sólo, pensando en lo quería conseguir, que no era otra cosa que bajar de las dos horas que hice en la última Media de Navamoral. Sí, ya sé, ja ja ja, este abuelete con marcas de anciano. Me la suda, chicos – y chicas-. Para mí era importante el reto y lo afronté con ilusión, y por qué no decirlo, con dudas. Yo no soy africano, ni me apellido Rey, y la única sustancia dopante que ingiero – y que no da positivo en el control antidopin – son las Digestive nocturnas, pero me estoy quitando.
Mientras calentaba pude ver a los chicos de negro que decidieron crear su propio club. Les desee suerte en silencio. Nos agolpamos en la salida y en puntito las diez la marabunta comenzó a rular. Al pasar por línea apreté el botón de mi cronómetro y también el culo. Me aguardaba una prueba de resistencia que iba a afrontar sólo, sin compañero que me marcara el ritmo, como hiciera el Comandante Lombardía en aquella histórica media de la navidad pasada. Al paso por el primer kilómetro noté que aquello funcionaba. 5’ 39’’ – no vale descojonarse – era una muy buena noticia. Tuve la suerte de que un corredor mayor, que llevaba publicidad de su pueblo a todo color, fuera por delante de mi sirviéndome de referencia hasta el km 5, momento que decidí largarme por encontrarme muy cómodo. Antes del 10 me tomé mi potenciator mezcladito con el agua mineral, y chicos- chicas, no sé si fue eso o, qué demonios, mi preparación, que al paso marqué 55’ 48’’, lo cual eran unos 5’ 34’’ el km que me dieron alas. A partir de ese momento comenzó otra carrera para mí. Me sentía fenomenal y fui devorando rivales, hasta 12 tengo grabados en mi retina. Y no lo hice de manera que significara cambios de ritmo, no. Fueron cayendo porque desde el 10 al 17 me marqué unos 5’ 16’’ el kilómetro que para mi fueron increíbles. Tan así fueron que a partir de aquí hasta el 19 tuve la pájara mental del año. Llevaba a un tío a tiro de piedra que estaba muriéndose - al que divisé por primera vez en el 16 – y eso me afectó de manera negativa. La gasolina comenzó a escasear, y no acababa de alcanzarle.
Para más inri, en una de las rotondas pestiño que tanto abundan en el circuito siga la línea blanca de los cojones – con perdón – me equivoqué y un poli urbano me dijo algo que me pesó como la Piedra Caballera “Eh, oiga, dese la vuelta que se ha equivocao”. Me dí la vuelta y efectivamente, allí, más adelante, seguía el moribundo, braceando, buscando el aire que le faltaba. Pensé incluso en abandonar pero tuve que darme un par de hostias virtuales, decirme en voz alta “cabeza fría, cabeza fría”, fijar la vista en el asfalto y regular. No sólo cayó el muerto allá por el 19,200; también cayeron otra pareja que iba por delante, uno de los cuales iba pelete del pantalón p’arriba. En el puesto de agua del 20 vi la luz al final del túnel, y me animé. Estaba hecho pero aún faltaba dar la absurda vuelta a los hinchables negros antes de enfilar la recta de meta. Poco antes, a la izquierda pude oír los gritos de aliento de Faustino, igual que durante la carrera los oí de labios de Jorge – enhorabuena, mariconazo – y de Antonio. Entrar en meta fue emocionante y reconfortante. Mi reloj marcaba 1h 57’ 47’’ lo cual significaba muchas cosas. Algunas de las cuales me las quedo para mí.
Quiero dar a Javi las gracias por acompañarme en un momento especialmente emocionante para mí, y darme el abrazo que me dio. Gracias grandullón por prestarme tu hombro. A todos y todas por vuestro apoyo y muestras de cariño. Realmente sentí que pertenezco a una familia. Pedir disculpas por no portar la camiseta oficial del club. Todavía parezco una morcilleja embutida. Y por último decir que Talavera me decepcionó profundamente por su aburrido recorrido y por el coñazo que supuso la espera para los que recogíais trofeo. Experiencia muy interesante. Quiero que sepáis que a raíz de esta prueba conozco mejor mis posibilidades, estoy yendo más rápido de manera natural y me siento mejor corredor popular. ¡Viva la madre que parió a Navalmaratón! Amén.
Era mi primera salida oficial representando a Navalmaratón. Me había preparao, eso seguro. Dejé la fragoneta aparcada al lado del insti, y me embarqué en el súper bólido alemán del Juli, un correcaminos en toda regla. Con él, de copiloto, el curtido Javier, y detrás junto a mí, el presi, D. Antonio el Iraní. Me dejé llevar. Ellos eran los veteranos y yo el primerizo. Una vez en la ciudad de la cerámica, Juli tuvo la suerte de encontrar aparcamiento justo en el tramo de carrera final, entre el 17 y el 18, que lo que es la vida, más tarde tendrían su aquel en el desarrollo de mi actuación. Los prolegómenos fueron a base de cafés, recogida de dorsales, bochinches de agua mineral, visitas al tigre, y saludos entre los habituales en estas pruebas. Yo, de pardillo. Nos cambiamos a estilo legionario, con un par, en plena calle, entre coches. Una vez uniformaos comenzamos el calentamiento. Bueno, yo me auto perdí. Si. Quería estar sólo, pensando en lo quería conseguir, que no era otra cosa que bajar de las dos horas que hice en la última Media de Navamoral. Sí, ya sé, ja ja ja, este abuelete con marcas de anciano. Me la suda, chicos – y chicas-. Para mí era importante el reto y lo afronté con ilusión, y por qué no decirlo, con dudas. Yo no soy africano, ni me apellido Rey, y la única sustancia dopante que ingiero – y que no da positivo en el control antidopin – son las Digestive nocturnas, pero me estoy quitando.
Mientras calentaba pude ver a los chicos de negro que decidieron crear su propio club. Les desee suerte en silencio. Nos agolpamos en la salida y en puntito las diez la marabunta comenzó a rular. Al pasar por línea apreté el botón de mi cronómetro y también el culo. Me aguardaba una prueba de resistencia que iba a afrontar sólo, sin compañero que me marcara el ritmo, como hiciera el Comandante Lombardía en aquella histórica media de la navidad pasada. Al paso por el primer kilómetro noté que aquello funcionaba. 5’ 39’’ – no vale descojonarse – era una muy buena noticia. Tuve la suerte de que un corredor mayor, que llevaba publicidad de su pueblo a todo color, fuera por delante de mi sirviéndome de referencia hasta el km 5, momento que decidí largarme por encontrarme muy cómodo. Antes del 10 me tomé mi potenciator mezcladito con el agua mineral, y chicos- chicas, no sé si fue eso o, qué demonios, mi preparación, que al paso marqué 55’ 48’’, lo cual eran unos 5’ 34’’ el km que me dieron alas. A partir de ese momento comenzó otra carrera para mí. Me sentía fenomenal y fui devorando rivales, hasta 12 tengo grabados en mi retina. Y no lo hice de manera que significara cambios de ritmo, no. Fueron cayendo porque desde el 10 al 17 me marqué unos 5’ 16’’ el kilómetro que para mi fueron increíbles. Tan así fueron que a partir de aquí hasta el 19 tuve la pájara mental del año. Llevaba a un tío a tiro de piedra que estaba muriéndose - al que divisé por primera vez en el 16 – y eso me afectó de manera negativa. La gasolina comenzó a escasear, y no acababa de alcanzarle.
Para más inri, en una de las rotondas pestiño que tanto abundan en el circuito siga la línea blanca de los cojones – con perdón – me equivoqué y un poli urbano me dijo algo que me pesó como la Piedra Caballera “Eh, oiga, dese la vuelta que se ha equivocao”. Me dí la vuelta y efectivamente, allí, más adelante, seguía el moribundo, braceando, buscando el aire que le faltaba. Pensé incluso en abandonar pero tuve que darme un par de hostias virtuales, decirme en voz alta “cabeza fría, cabeza fría”, fijar la vista en el asfalto y regular. No sólo cayó el muerto allá por el 19,200; también cayeron otra pareja que iba por delante, uno de los cuales iba pelete del pantalón p’arriba. En el puesto de agua del 20 vi la luz al final del túnel, y me animé. Estaba hecho pero aún faltaba dar la absurda vuelta a los hinchables negros antes de enfilar la recta de meta. Poco antes, a la izquierda pude oír los gritos de aliento de Faustino, igual que durante la carrera los oí de labios de Jorge – enhorabuena, mariconazo – y de Antonio. Entrar en meta fue emocionante y reconfortante. Mi reloj marcaba 1h 57’ 47’’ lo cual significaba muchas cosas. Algunas de las cuales me las quedo para mí.
Quiero dar a Javi las gracias por acompañarme en un momento especialmente emocionante para mí, y darme el abrazo que me dio. Gracias grandullón por prestarme tu hombro. A todos y todas por vuestro apoyo y muestras de cariño. Realmente sentí que pertenezco a una familia. Pedir disculpas por no portar la camiseta oficial del club. Todavía parezco una morcilleja embutida. Y por último decir que Talavera me decepcionó profundamente por su aburrido recorrido y por el coñazo que supuso la espera para los que recogíais trofeo. Experiencia muy interesante. Quiero que sepáis que a raíz de esta prueba conozco mejor mis posibilidades, estoy yendo más rápido de manera natural y me siento mejor corredor popular. ¡Viva la madre que parió a Navalmaratón! Amén.
Enhorabuena por tu marca y tu cronicón. Es un honor que compartas tus experiencias con nosotros, y ver como cada uno disfruta con sus pequeños o grandes retos. Talavera ha sido nuestra primera toma de contacto en la temporada y primero logro. Esperemos que nos queden muchas más juntos. ¡Ánimo y a conseguir un sub 1:50!
ResponderEliminar